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El río

                                                                       Compadre, el río se los traga, en ese recodo cayó mi hermano. La gente está acostumbra a arrojarle piedras al agua, quien sostiene la llanta va pasando de a tres y cuatro. Los niños de la otra orilla parecen peces, de su cuero tostado se desprende las marcas de lo que en otra vida fueran escamas. El agua entre transparente, turbia y fría, lleva los hilos del calor que desprenden las masas aguas arriba, o la peste de aquel fulano ajusticiado en la mata e monte. Hoy heredé mis escamas, me sumergí en el remanso de esas aguas calmas y traicioneras para cobrarle a mano propia una deuda, pero fracasé, ya es tarde para ti. Dejaré el lápiz a un lado de la mesa y fingiré desconocer el libreto. No puedo juzgar al río, solo tengo 7 años. Por  Lenier David Barahona Urrego

¡Atrévete a perder!

Parecía que nunca iba a termina, era la tarea más extenuante que había hecho, ya me dolían los dedos de tanto escribir y la cabeza de tanto pensar, nunca imagine que algo así podía llegar a sucederme. Sara, la coordinadora de mi salón de clases, es la profesora más tierna e intelectual que he tenido jamás, ella me ha enseñado que para ubicar un lugar en la vida, se debe ser útil y agradable; sin darse cuenta, por ella me postule como candidata a la presidencia escolar, pues soñaba con ser líder y ayudar a mis compañeros, además me la llevaba muy bien con todos, excepto con Melé, una niña de mi edad que me detesta y no he podido saber las razones, me mira mal y de vez en cuando me pone en contra de muchos de mis amigos y hasta de los profesores, lo cual no es un problema para mí, puesto que tengo muy buenas calificaciones y excelentes referencias sobre mi forma de comportarme. Sin embargo, he analizado la situación y puede que llegue el caso en que aún ganando la presidencia, Melé me ha

Tragedia

A orillas del rio Cefiso los Atenienses recorren en pausada parsimonia las calles de piedra desgastada, Ictino miraba correr el agua mientras pensaba en incomodo silencio (como siempre) que aquella fuente Salomónica corre, como corre su vida. En el fondo los barcos en ruinas saben a tristeza, las estatuas de piedra mellada por siglos de flujo incesante habían perdido ya sus rostros. El rio no para, corre en su fuerza natural encadenada al anima del amor muerto, a donde lleva, no lo quiere saber. Tiene tanto miedo a los dioses como a su destino. ¡Algo ha tronado!. Estremecido se levanta, su cotidiana rutina ha sido perturbada por los cielos. Ningún cielo ha sido tan claro como hoy. Al instante entiende en el aire una señal divina, -quien podría salvarme de esta profundidad sino los dioses a los que he dedicado el trabajo de mi vida- Animado por la revelación comienza el ascenso, la Acrópolis se ve cerca encumbrada en el punto más alto de la ciudad, pero no lo está, los dioses nunca es

Todas las arquitectas se llaman Mariana

“La eternidad no es más que un truco para continuar”. Silvio Rodríguez. La quinta vez que me enamoré tenía menos de veinte años, ha sido la más breve y efímera de todas y quizá por eso la que más me cuesta olvidar, fue de una estudiante de arquitectura, se llamaba Mariana, tenía el cabello del color del primer atardecer y ojos melancólicos, besos que convertían en ángeles amorfos nuestros labios y recientes cadáveres de lágrimas en las mejillas cada vez que mi tacto colmaba los pómulos de su alargado rostro. Los miércoles eran nuestro día, llevábamos hablando alrededor de catorce meses y nuestros contactos no trascendían la esfera virtual, llamadas a altas horas de la noche que se extendía hasta la madrugada en donde confundíamos los placeres intelectuales con las añoranzas de nuestras pieles. Amaba a Gaudí y admiraba a Salmona, pero me pareció un colmo que una semidiosa del espacio y las dimensiones no supiera tomarse fotos dignas de su belleza, cuando nos vimos por vez primera compre

Batallas internas

De nuevo estoy aquí, en una caverna caliza que deja escurrir agua fría a través de sus paredes, bañando el recinto en una luz pálida y etérea. En días anteriores, cuando vengo aquí, la luz es cálida o refrescante. A veces el recinto es un campo extenso con hierba que crece cubriéndolo todo. A veces es un páramo frío del que brotan miles de tulipanes. A veces la noche cubre un inmenso océano fluorescente. A veces hay un bosque inmenso, con pinos, robles y saucos. ¿Por qué si la mayoría de las veces el recinto es una pintura surrealista, hoy luce como una caverna tenebrosa? Cuando ella está y toma el control, mi recinto se ensombrece. Ella está envuelta en un aura perturbada. Viste una armadura negra lustrosa de un metal color ónix, jaspeado con virutas blancas que recuerdan al cielo estrellado. Sus ojos están cubiertos por un yelmo que está decorado con una pluma color belladona. Solo puedo ver sus labios violáceos y algunos tirabuzones dorados que se dejan caer voluminosos y brillantes

Paréntesis

Amanecer ama despertar, sus mañanas consisten en sonreír, correr a saludarse y confiar que el mejor de los escenarios está por suceder. Un día, la normalidad desapareció sin dejar rastro. Ama, aunque sabía que estaba en su cuerpo, pues podía controlarlo, veía su estómago y podía acariciar sus manos, no lograba encontrar su sonrisa y conectar con su mirada. Su realidad representaba un reto antes impensable, pues no era tan simple como llamar a un reparador de reflejos, ésta figura de existir, dada su complejidad, tendría un costo, que seguramente Ama no podría pagar. Amanecer era consciente de que se encontraba en el más singular de los desafíos y viéndolo con una pizca de ambición, todo se reducía a una oportunidad para vencer. Su primera idea estratégica fue tratar de engañar a la persona en el espejo, buscando que este le acabará mostrando la salida. Holaaaa, puedes oírme?, soy Amanecer. Ello, sonrió amablemente, pero no pronunció palabra alguna. Amanecer pensó que podría no oír o si

De adentro al papel

Todos gritaban y nadie escuchaba. Las tazas de café revoloteaban enérgicas como siempre. —¡Tómanos! ¡Tómanos! ¡así no pararás de hacerlo! —manifestaban sin parar. —Calma, calma —dijo el paisaje que pasó de mostrar un cielo gris a un día soleado y azul—. Lo que necesitas es paz y fijarte en lo que te rodea-. —¡Noooo! te equivocas —le respondió la memoria con nostalgia—. Lo que necesitas es recordar, en tus recuerdos encontrarás lo que necesitas para empezar. Si vuelves al pasado las cosas fluirán mejor. —¿Qué pasaría si tuvieras un perro gigante? —dijo la imaginación totalmente fuera de contexto, no se había dado ni por enterada de lo que pasaba. —Todos ustedes me encantan—afirmó el corazón que comenzó a latir con más fuerza. Al decir esto el corazón, la puerta del lugar donde se encontraban se abrió. Las tasas de café pasaron del anhelo a la mesa, el paisaje se mostró a través de la ventana de mi cuarto, la memoria trajo consigo vivencias pasadas, la imaginación les dio voz a cosas ina