El río
Compadre, el río se los traga, en ese recodo cayó mi hermano. La gente está acostumbra a arrojarle piedras al agua, quien sostiene la llanta va pasando de a tres y cuatro. Los niños de la otra orilla parecen peces, de su cuero tostado se desprende las marcas de lo que en otra vida fueran escamas. El agua entre transparente, turbia y fría, lleva los hilos del calor que desprenden las masas aguas arriba, o la peste de aquel fulano ajusticiado en la mata e monte. Hoy heredé mis escamas, me sumergí en el remanso de esas aguas calmas y traicioneras para cobrarle a mano propia una deuda, pero fracasé, ya es tarde para ti. Dejaré el lápiz a un lado de la mesa y fingiré desconocer el libreto. No puedo juzgar al río, solo tengo 7 años. Por Lenier David Barahona Urrego