Noche de primavera

En una buhardilla, de esas tan bohemias, pero al mismo tiempo tan simbólica de los pobres de las grandes ciudades, donde los que se sienten inspirados vienen a observar las vidas de sus vecinos, a concebir versos y poemas que no le llegan a los pies ni a un Alexander pope o a un J.wilmot. Mucho menos a un Marvell con su elogio a Cromwell que Voltaire admiraba tan sinceramente. Con esto no quiero convencer a nadie de mis dotes poéticos. Por el contrario, solo quiero mostrar mi ignorancia y que tan burdo soy en esta materia. Pues podrá cualquiera ver mi corta mención de grandes artistas, además que, esos que hace poco califique de mediocres, seguramente compongan con más gracia que la mía. Mi pluma no ha criado ningún verso que valga la pena, ni el más miserable de los cantores lo usaría.  Y es tal hecho algo doloroso, pues el tema que quiero relatar no tendría mejor interprete que la poesía. Aquí en el ventanal de mi buhardilla me encuentro imitando a los mediocres poetas para que me permitan llevar, aunque sea un poco de esa hermosura del verso a lo llano de la prosa.

Creo sinceramente que no hay veneno más dulce que aquel que toma el hombre cuando está enamorado, pues el que ama verdaderamente toma de este cáliz con gusto, aunque el contenido de este le destroza profundamente. No son estas las palabras de alguien que ha dejado de creer en el amor, pues, aunque este sentimiento no necesita ni guardián ni protector, me tiene a mi como uno de sus caballeros. Y es pues de este veneno que tan gustoso bebo. Para aquellos más desdichados solo ven el enamorado a un pobre loco, que en busca de aquello que anhela se entrega a mil pesares. Yo les respondo a esos ciegos de corazón que nunca han amado. Pues si en el amor solo vez la locura es porque nunca lo has conocido. El amor es la dicha del alma, es lo que la alimenta y la llena de fuerza, tanto es así que el alma que ha perdido este sustento después de haberlo tenido, se siente vacía, anulada. Porque el amor no solo se comprende teniéndole, sino que su aprendizaje solo es completo después de haberle perdido, cuando nos abandona y nos hace conscientes de su vacío. El corazón es miserable y se acostumbra demasiado pronto a los dulces aromas, tanto es así que después de vivir abrigado por ellos durante un tiempo, deja de sentir esa dulzura que tanto admiraba, ¡ah insensato! Pues cuando se ve abandonado por estos olores es cuando más los anhela, tonto impertinente pues cuando estuvieron a tu lado los ignoraste, y ahora quieres declararle la guerra a la razón para salir en búsqueda de nuevo por ellos. Iluso que eres corazón, pues es bien sabido que los milagros pocas veces llegan a repetirse, y el amor sincero es uno de esos que pocas veces llegan a repetirse.

Pero quien es realmente ingrato no es el corazón, que solo tiene la función de latir.  Pues el verdadero culpable no es ningún otro que la razón, pues es la que gobierna el navío del alma y si uno de sus tripulantes ha fallado, es porque este capitán andaba dormido y embobado. Ahora que ha despertado se encuentra a la deriva y se avecina una tormenta endemoniada.

Ahora tu razón que me escuchas pues ya no tienes más remedio que hacerlo, es tu castigo languidecer por haber desconocido aquello que te mantenía cuerdo. No te atrevas a decir que es culpa del corazón tu desdicha porque fuiste tú maldita avara la que empezó a tomar esa pócima de la cual te embriagaste, tanto es así que caíste dormida como Polifemo e igual que él te despertaste ciega y enloquecida, Fuiste tú la que se embarcó en esta aventura con el cáliz en la mano bebiendo sin conocimiento y cuando decidiste mirar, en esa copa ya no había nada. ¿acaso creíste que se llenaría sola mágicamente? ¿no sabes acaso que el único árbol que da frutos es el que se mima y se riega? No eres más que un imbécil.

No soy ningún bohemio, ni mucho menos un poeta, soy solo un desdichado escribiendo en una noche de primavera. solo deseo que la vida siga siendo un sueño. Así como dijo ese poeta.

Inspiración: cuando escribo pienso en algo que pueda ser común a todo lector, así que tomo de inspiración los dos sentimientos más universales que existen. El amor y el dolor.

Por  Juan Felipe Hernandez Arango