Chicha cho
Todo comenzó con una cagada, si, una cagada, y en esta ocasión de una persona de la calle o chirrete, como se le llama en ocasiones con un poco de desprecio al habitante de la calle. Algunas gentes suelen decir que cuando te cae del cielo mierda, popo o defecación, es símbolo de buena suerte, chicha cho en muysccubun, o bienaventuranza. Bueno, esta cagada llegó comenzando nuestro viaje amateur de recorrer el mundo, o procesión de la suna, antiguo ritual de las comunidades Mhuysqas para preservar el rumbo y energía de la naturaleza, brindándole a ella pagamentos, cantos, agradecimientos y sudores en las lagunas sagradas del territorio Cundiboyacense, provocando que siga dándonos de vuelta, humildemente, el aire limpio, agua fresca, tierra fértil y alimento medicinal.
Fue una experiencia amateur porque no estábamos muy conscientes del antiguo ritual que realizamos, sin mayores, taitas, abuelos o abuelas que nos guiaran. Amateur porque sin saber exactamente recorrimos lugares paradisíacos, fuentes de agua pura, helada y paramuna, pero con pocos elementos para afrontar climas extremos de páramo, más aún para alguien que viene de la tierra de cemento. Sin embargo, contamos con lo esencial y un cargamento de buena música, tabacos, palabra y esmeraldas, recorrimos siete (7) de las nueve (9) lagunas sagradas. La más lejana de nuestro hogar: Fúquene, la cual tiene una isla en sus aguas, Siecha (y sus pequeñas lagunas, divididas por la explotación), la laguna de Suesca (la cual actualmente se está volviendo a secar, pero hace unos años inundó de nuevo los campos y linderos de este lugar), Guatavitá (la gran laguna sagrada rota por la ambición de extranjeros y locales para encontrar su fondo y oro), Ubaque (donde conocimos a doña Rosa quien nos dio posada, a ella le regalamos una de las cinco flautas con material reciclable que llevamos para compartir), Chisacá (cerca de San José de Sumapaz, límites de Bogotá rural) y la primera fue Teusacá, en el páramo del Verjón, vía Bogotá-Choachi, donde llegamos muy rápidamente, ya que, en el parque Tercer Milenio en Bogotá, antiguo Cartucho, existe una estación llamada Bicentenario donde hay un transporte público SITP hasta El verjón. ¡Lo olvidaba!, allí en ese parque fue donde por cuestiones del azar, del destino o por la aventura, un compañero de viaje me retó a patear una camiseta tirada en el suelo, hablando con desprecio de esa ropa y de mi supuesta pertenencia, con tan buena fortuna que al patearla se abrió en los aires y lo capturó huyendo del lugar una fétida, colorida y particular cagada resguardada en esta prenda abandonada en el sitio donde empezamos nuestro recorrido. Es curioso e irónico verlo como un hecho bueno, pero luego de volver a nuestros hogares a salvo, haberle cantado a las lagunas, compartir nuestras palabras, sorprendernos de los sublimes paisajes y renovar el ciclo natural con la inocencia de quien emprende las andanzas sólo por impulso interior… debe haber buena suerte.
Así que.. ¡chicha cho, muysqas!, ¡buena suerte, gente!.
AMoraUno, Bogotá 2021, Cabildo Mayor Muysqa Oriente
Por Andrés Mauricio Mora Sánchez
Amo.
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